La ex senadora nacional Clara Vega reapareció en escena con declaraciones solemnes sobre la necesidad de “recuperar la confianza en la política”, “fortalecer los controles institucionales” y “gobernar con honestidad, austeridad y empatía”.
Hermoso discurso. Poético casi.
Lástima que choca de frente con su propio prontuario político.
Porque cuesta creerle a quien, durante su paso por el Senado, nombró a familiares directos en cargos del Congreso, usufructuando una banca que decía representar a los riojanos, no a su árbol genealógico.
El manual del político reciclado
Vega ahora se presenta como candidata por la Alianza Potencia Federal y asegura que su compromiso es “con la gente, no con los partidos”.
Curioso. Porque cuando tuvo poder, su compromiso fue más bien con el parentesco.
Dice que quiere una Legislatura “que controle al poder de turno”.
Perfecto. ¿Y quién controló a Vega cuando multiplicaba designaciones con su firma?
Relato nuevo, actores viejos
Se declara abanderada de la transparencia, pero ¿dónde está su declaración jurada?
Promete austeridad, pero jamás explicó cuánto cobraron los familiares que ubicó en el Estado.
Habla de igualdad de oportunidades, pero las oportunidades siempre les tocaron a los suyos.
La sociedad riojana no necesita más reapariciones con libreto nuevo.
Necesita memoria. Necesita coherencia. Y sobre todo, necesita que quienes quieran hablar de ética empiecen por pagar sus propias deudas con la sociedad.
Hasta entonces, cada discurso de renovación sin autocrítica suena menos a promesa y más a rehidratación de un viejo relato.
FERNANDO BARRIOS – RIOJALANDIA